Hipótesis: en un
momento de hace cinco años todos nos volvimos extracognitivos, y podemos
acceder al recuerdo más importante de cualquier persona que se encuentre a
nuestro lado. Este recuerdo es conocido como el Contacto. Año 2020. Kinkhasa
(República del Congo, África)
Me metí en el ascensor junto con Thomas.
Thomas es contable, y tiene el Contacto más divertido que conozco. Es un
Humorista. Su Contacto consiste en él contando un monólogo en la cena de una
empresa ya extinta. Thomas siempre te alegra el día.
-
Buenos días, Thomas.
-
Buenos días, Sr Amor – ambos sonreímos.
Había sin embargo un Indefinido junto a
nosotros en el ascensor. Un Indefinido siempre causaba algo de miedo. A fin de
cuentas, ¿de qué era capaz este hombre? Su Contacto ocurre en sus veintidós
años, conduciendo un coche a toda velocidad por un circuito. Pertenece a ese
grupo marginal de los que uno no puede fiarse. Al final tendremos que aislarlos
a todos y retirarles su derecho de ciudadanos.
El ascensor se cerró, ajeno a mis
pensamientos, y comenzó a elevarse sobre la ciudad. Con más de cien millones de
personas, Nueva Kinkhasa se había constituido como la ciudad superviviente más
grande del mundo, y ya constituía un estado por sí misma. Por desgracia aún
quedaba mucho trabajo por hacer allí. El Contacto lo había destruido todo a su
paso.
Cuando ocurrió el mundo se dividió en tres
grandes grupos de personas, distribuidas en un mosaico infinito a lo largo de
continentes, países y ciudades. También surgió un pequeño cuarto grupo,
personas aislacionistas que no tenían en cuenta el Contacto. Yo, por mi parte,
no entiendo cómo eso es posible. Cómo puedes no tener en cuenta el recuerdo más
importante de cualquier otra persona, sinceramente. Me vuelve loco pensar que
hay quien no desea mal a nadie, o que las personas puedan llegar a cambiar.
Si el mundo está dividido es porque las
personas no pueden cambiar. Y por el miedo. Definitivamente John Lennon se
equivocaba. Lo que mueve al mundo es el miedo. Ahora me pregunto cuál sería el
Contacto de John Lennon.
En menos de cinco horas el planeta entero dio
un vuelco. Hijos que repudiaban a sus padres, padres que temían a sus hijos. La
desconfianza dio paso al miedo, y éste a la violencia sin control. Y, en
función del país: tres tipos de ciudadano, masacres, aislamiento, exilio. Había
dónde elegir.
Me alegra pertenecer a uno de los estados que
han conservado la educación, la decencia, y, entre otros, la economía. Aunque
sea un estado pequeño. Ni os podéis imaginar lo que supuso el primer Contacto
en Berlín, tan civilizados que nos parecían. También me alegra que mi Contacto
sea con mi ex. Soy un Enamorado Alto, de los de carácter pasional. Al menos así
aparece registrado en mi documento identificativo. Ella, sin embargo, fue una
Vengativa, y desde luego tuve que dejarla. Su Contacto es de cuando quemó la
casa de sus padres y, aunque ellos estaban en ese momento fuera, se trataba de
una ciudadana de clase 3. ¿Qué podía hacer yo? Trabajo en el Departamento de
Clasificación de Nueva Kinkhasa, y mi antigua pareja habría sido un lastre en
mi carrera. Yo debía dar ejemplo, ¿no?
Las puertas del ascensor se abrieron. Tanto
Thomas como yo avanzamos en silencio hacia los tornos del fondo. En el nivel
cincuenta había otros tornos distintos de los del nivel de entrada. Por
supuesto sólo dejaban pasar ciudadanos de primer nivel, como Thomas y yo. Tras
pasar nuestra ID de nuevo se nos llamó a un ascensor.
-
Oye, ¿te fijaste en lo de Olga?
-
Oh, sí, estuve hablando con ella. Lo del restaurante es muy bonito.
-
Sí, por eso te la presenté.
-
¿Pero no crees que debería encontrar a alguien de mi nivel? Ella es
una Romántica.
-
Daría estabilidad a tu puesto, y tiene catalogación A.
-
Tengo que pensármelo.
El segundo ascensor apenas subía diez pisos,
pero separaba los tipos de ciudadanos. Y mejor así, ¿quién puede trabajar con
Neutros o Violentos en la misma sala? Es imposible una sociedad integrada. Por
supuesto siempre estaban los disturbios en las bases de los edificios. ¿Qué
puedes esperar de personas que comparten un Contacto de violencia? Que se
pudran ahí abajo sin su derecho a voto. Las personas buenas tenían que dirigir
el estado. Las puertas se abrieron en el Departamento de Clasificación.
-
Buenos días, Roshard.
-
Buenos días, Taalif, ¿qué tal anoche?
- Encontraron un violento de clase tres intentando cruzar el muro este.
El capullo intentaba colarnos un Contacto de cuando nació su hija pequeña, pero
tras varios minutos acabamos viéndolo. Tío, ese hijo de puta participó en la
masacre tras el primer Contacto en su pueblo. Se cargó a tres familiares, por
lo que vimos.
-
¿Cómo se arriesgan tanto?
-
Venía del oeste, de Brazzaville. Están realmente jodidos nuestros
vecinos. ¡Oh! Ve a hablar con Badhung, te va a dar una sorpresa.
-
¿Y eso?
-
Anoche cambió su Contacto, ya tenéis algo de lo que hablar, Sr Amor.
-
Deja de llamarme así, o al final lo hará todo el departamento – lo que
había empezado como una coña se había extendido tres plantas, y Roshard temía
que el edificio entero lo llamase de ese modo. Le hacía sonrojarse demasiado.
-
Bueno, el caso es que se acostó anoche con Daíla, la de
administración. Y tenemos detalles íntimos escandalosos, visibles para todo el
mundo – ambos comenzaron a reírse. Si algo bueno tenía el Contacto es que había
eliminado los tabúes sexuales.
-
Pobre Badhung, dejadle en paz. Aunque habrá que hacerle una nueva ID
de acuerdo a su Contacto, ¿de acuerdo? Antes de hoy, por favor, que no le pase
lo que a Marlene.
-
Oído, jefe.
Cuando por fin llegó a su puesto tras otras
dos conversaciones similares se sentó, abatido, en su silla. Parecía mentira
que fuese aún por la mañana. ¡Y hoy le tocaba control en la entrada sur! Qué
pereza. El teléfono sonó a los pocos segundos de haber encendido el ordenador.
-
Joder, Sofía, ¿me espiáis los Neutros por cámaras o algo?
-
Es lo que tiene que los edificios sean de cristal.
Sofía es mi secretaria desde hace casi un
año, y como casi todos los secretarios del Departamento de Clasificación están
en el edificio B, un edificio idéntico al nuestro conectado por un pequeño
puente en los pisos treinta y sesenta y cinco. Por desgracia para mí es una
Neutra. No sé cómo decirle que busque un nuevo Contacto, y ella siempre bromea
sobre que algún día se abriría paso con un hacha para poder cambiar su ID.
-
Tiene que ir hoy a la entrada sur, señor.
-
Sí, lo tenía en mente, pero gracias por recordármelo, menuda semana
llevo.
-
¡Pues aquí está Sofía al rescate!
-
En serio, no sé qué haría sin ti. ¿Me has enviado las fichas de
aquellos de los que hablamos?
-
¿Los de cambio de registro a Violentos?
-
Esos.
-
Los tienes en tu bandeja.
-
Muchas gracias, Sofía, ¿no te parece que aumentan?
-
Un 3% respecto al año pasado, señor.
-
¿Qué coño le pasa a la gente?
Roshard pudo ver cómo se encogía de hombros
en la ventana paralela del edifico B. La despidió con la mano y colgó el
teléfono. Qué lástima que Sofía fuese una Neutra. Su Contacto es junto a su
madre en el lecho de muerte. Neutra-Compasiva, pero Neutra al fin y al cabo.
Qué pena, era una chica formidable.
Se imprimió los informes mencionados para
poder mirarlos por el camino y llamó a un vehículo para que lo llevase a la
frontera sur, a menos de diez kilómetros de la base de la torre.
Llegó en poco menos de veinte minutos. El
conductor se despidió desde su alojamiento en la prisión, reflejándose en la
pantalla que Roshard podía ver dentro del vehículo. Utilizar a los Violentos
Extremos como mano de obra barata había sido idea de su predecesor, aunque
podía achacarse él mismo el punto de aliarlos con la tecnología para que
pudiesen conducir los vehículos en remoto. Por suerte Nueva Kinkhasa no era lo
suficientemente grande como para que el proyecto fuera costoso. Hasta ese momento
no se los pudo usar para esto. ¿Un Violento junto a un ciudadano decente? ¿Y
ver su Contacto una y otra vez? Ni de coña.
En la frontera sur ya lo estaban esperando, y
como de costumbre tenían varios cientos de personas en clasificación. Esta
ciudad podía permitirse ingresar al día unas cincuenta personas. Hoy
necesitarían unos treinta nivel 3 y veinte decentes. Al fin y al cabo
necesitaban construir más viviendas en el extrarradio antes de poder admitir a
más niveles 1 como él.
Todo el mundo sabía que llegado un momento
los Neutros acabarían siendo la clase obrera y que los Violentos serían
despachados fuera, pero esto parecía consistir un tabú social. Nadie quería
levantar demasiado la cabeza, mientras todos parecían esforzarse en mejorar sus
Contactos.
Firmó en la entrada y continuó por el
corredor hasta el pequeño cuarto de tres puertas. Él entró por la central, y en
la mesa ya estaba su primer posible ciudadano, atado a la silla con cadenas.
Las otras dos puertas estaban una frente a otra, y las sillas de esos invitados
corrían de una a otra mediante un sistema de raíles. De ese modo ninguno en la
sala de interrogatorios corría peligro. No obstante había un par de guardias
apostados tras Roshard.
Las cadenas no eran un identificativo del
grado de violencia del Contacto, todos los futuros residentes de Nueva Kinkhasa
debían pasar por aquello. Pero el Contacto que vio Roshard antes de sentarse
frente a él sí que lo fue. Había ocurrido en el desierto, quizá a pocos kilómetros
de la frontera. El hombre que tenía frente a él llevaba a una niña en brazos, y
sujetaba un garrote con la derecha. La niña lloraba, y el hombre descargó un
golpe certero sobre la cabeza de un tercero, que parecía ir a por ella. Y ahí
acababa el Contacto.
-
Enhorabuena – el hombre se dirigió a Roshard.
-
Gracias. No puedo decir lo mismo de ti. Lo siento.
-
No se preocupe.
-
¿Fue viniendo hacia aquí?
-
Sí, hace meses que lo intentamos. Y, bueno, aquí estoy.
-
¿Y su hija sobrevivió al viaje?
-
No era mi hija, en realidad, mi mujer la encontró en las ruinas de
Libreville. Íbamos bordeando la costa para no perdernos.
-
Hicisteis bien, es fácil perderse. ¿Cómo se llama?
-
Coudou.
-
Bien, Coudou, ¿le han explicado ya las condiciones? Lo cierto es que
se adapta a nuestras necesidades, y eso le ayuda – Coudou asintió – Bien. Ha
sido calificado correctamente como perteneciente a los Violentos, pero no se
trata de un terminal, sino de un tipo bajo por necesidad. Cualquiera que esté
cerca de usted podrá constatar lo ocurrido. Así y todo deberá saber que pasará
a ser ciudadano de tercera categoría, con lo que ello implica…
-
Si no me han explicado mal tendré trabajo, comida y casa.
-
Correcto, pero no podrá tomar parte en nuestro sistema político y sus
derechos pueden ser revocados por nosotros en cualquier momento.
-
Adepto.
-
Está bien. Perfecto. Bienvenido a Nueva Kinkhasa, señor Coudou.
Roshard pulsó una serie de botones en la mesa
y la puerta izquierda se abrió. La silla se fue arrastrando por el suelo, con
Coudou sobre ella. Estaba llorando. Quién sabe por qué, tenía demasiado por lo
que llorar.
Nueve horas después tan solo quedaban un par
de ellos. Aún podría hacer un hueco. La puerta de la derecha se abrió, trayendo
consigo una silla y a Agmend.
-
Vaya, Agmend, hacía tiempo que no te veía.
-
Llevo unos días intentándolo por el muro norte.
-
Quieres decir intentando pasar interrogatorios como este y no cruzando
el río, ¿verdad, Agmend?
-
Exacto, eso es lo que quería decir – el hombre sonrió. Y yo también.
Qué coño, Agmend llevaba intentando cruzar casi un año y medio. Pensé que había
muerto. Es curioso cómo pueden cambiar las tornas en este nuevo mundo nuestro.
Agmend había pertenecido a la primera generación de constructores de Nueva
Kinkhasa, pero un accidente, por llamarlo de alguna manera, lo había catalogado
como Violento de nivel siete “enajenación”. Un elemento incontrolable.
-
Agmend, no voy a poder dejarte pasar, y lo sabes. Lo que le hiciste a
esos chicos…
-
Se lo merecían, Tony – me llama Tony desde que entró por primera vez
por mi puerta. A los de catalogación no se nos permite decir nuestro nombre, y
Agmend eligió ese para mí.
-
Lo siento. Tendrás que probar en una ciudad más permisiva.
-
He estado en varias de ellas, ya lo sabes. Esta es la más injusta,
pero por lo menos dejan pasar muy a menudo. ¿Me vas a echar de vuelta al
suburbio?
Nueva Kinkhasa medía unos veinte kilómetros
de diámetro, encajado por el norte y el oeste por el río Congo. Pero al sur y
al oeste se extendían los suburbios a lo largo de más de doce kilómetros en
todas direcciones. Y crecía a diario. Allí donde había riqueza acudían los
errantes. El problema es que también acudían mafias organizadas, se acampa el
crimen y la pobreza rodea el pequeño estado.
De modo que fuera de las fronteras de Nueva
Kinkhasa acampaba la violencia y el descontrol absoluto. Y todo separado por un
muro de diez metros de altura y siete de ancho.
-
Me temo que sí. No parece que te vaya demasiado mal ahí fuera, estás
más gordo que yo – Agmend sonrió. No le faltaba ningún diente, eso era raro en
nuestro mundo. Desde luego sabía cuidarse ahí fuera. Roshard no se sentía
culpable por mandarle fuera. Había casos, sin embargo, que aún le aterrorizaban
de noche – pasa buen día, Agmend.
La silla volvió a moverse hacia la izquierda,
hacia la puerta ahora abierta.
-
Y usted también, señor Roshard.
-
¡Alto!
En menos de un segundo las puertas se
cerraron, los guardias a ambos lados lo apuntaron con sus armas y la silla dejó
de avanzar. Agmend sonrió con los ojos, como acostumbraba a hacer.
-
Y ahora es cuando me prestas atención, amigo.