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miércoles, 26 de febrero de 2014

Belleza (#TMundos)


Hipótesis sugerida por @Canodrama y de la mano de @OhMyLoving ha llegado esta hipótesis disparatada:

Hipótesis: En una pequeña comunidad un asesino en serie mata solo personas comúnmente denominadas feas. Lo ha hecho una vez por noche desde hace casi un año.


mujer ocultando su rostro
Sin rostro - Fuente: desmotivaciones

“Supongo que tendremos que  usar mucho más de lo corriente ahora.”

Elga se miró al espejo, sin soltar el pequeño bote de crema correctora de arrugas de su mano izquierda mientras con la derecha se perfilaba con gastados ojos y sus bolsas azuladas. Se estiró la piel en el proceso, haciendo que las marcas de la felicidad pasada se borrasen unos segundos antes de que la piel, elástica, volviese al punto de partida.

Se secó una lágrima antes de que esta terminase de brotar con un pedazo de papel para que no cayese por su mejilla mientras intentaba contener el llanto. No quería salir esa noche. Pero no deseaba quedarse sola en casa, y su compañero de piso no volvería hasta dentro de una semana. Eso significaba que, o bien traía a alguien a casa, o dormiría con Anna durante días. Dormir sin compañía no era una buena idea. No lo había sido durante un año, pero la semana pasada, y tras trescientas sesenta y cinco víctimas (una al día) la policía había difundido el patrón del asesino.

“Desde luego costaba creerlo.”

Terminó de pintarse los labios y los contrajo varias veces frente a su reflejo. Guardó los neceseres y los cosméticos en el armario de la derecha y salió del baño en dirección al pasillo. En dirección al otro espejo. Quería verse entera, y era el único espejo de cuerpo entero que había en la casa después de que Hustler rompiese el del dormitorio.

Hustler era su pastor alemán y apenas tenía un año. En menos de dos meses desde que lo sacó de la perrera se había comido el bajo de los muebles, las cortinas, cualquier alfombra o zapato que hubiese en el suelo, así como roto un cajón, el espejo mencionado y una silla.

Ahora la miraba desde el suelo, completamente tumbado sobre él pero con los ojos levantados en busca de algo de atención. A Elga le daba pena cuando hacía eso. Sin duda era lo que Hustler buscaba provocar.

- ¡Vamos, que esta noche salimos antes! – antes de que pudiese terminar la primera palabra Hustler ya se había lanzado como un proyectil contra sus piernas, golpeándola con la cabeza en los tobillos y haciendo que se desestabilizase - ¡Joder, Hustler! Estate quieto. Ven. ¡Ven!

Le puso el collar alrededor del cuello y ató la correa al collar, que puso en la boca de Hustler. Le gustaba pasearse a sí mismo, y era el único modo de que no la arrastrase por el suelo corriendo. Se miró por última vez en el espejo antes de ponerse el abrigo y se fijó en la abultada nariz, haciendo una mueca.

Ambos salieron a la calle minutos después, él ligeramente adelantado mientras ella cerraba la puerta, y luego ambos a su paso. La verdad es que salvo los espasmos de humor, como lo había llamado su compañero de piso, Hustler era un perro muy educado. Se preguntó su habría medicación para ello mientras observaba la calle.

Un par de personas que se cruzaron con ella la saludaron, y ella devolvió el saludo. En realidad Trent era una ciudad bastante pequeña, que no alcanzaba los quince mil habitantes, y todos se acababan conociendo entre sí. Desde luego había pocas caras nuevas a diario.

Y sin embargo durante la última semana había habido un efecto llamada la comunidad al darse a conocer en los informativos como “la ciudad del asesino de feos”. Desde luego era un nombre increíblemente tonto, pero lo absurdo de la noticia no solo había movilizado a la prensa, sino a miles de curiosos que se habían desplazado al pueblo. En menos de una semana miles de fotografías de asesinados durante el último año circularon por toda la ciudad en manos de turistas que iban a la caza de feos para fotografiarlos.

La policía se había triplicado en esos siete días, y haría falta mucha más. Por todas partes personas con sus móviles fotografiaban transeúntes y luego los colgaban en Internet. Un sistema ilegal de apuestas se había puesto en marcha en los últimos dos días, y había tenido casi cien mil registros solo ayer.

“La gente es que es gilipollas.”

El ganador de la apuesta de ayer fue detenido y su detención fue filmada, y sin embargo eso no había frenado a esas cien mil personas a registrarse y apostar. La policía retiraba de inmediato los teléfonos móviles o cámaras, multaba por acoso a los cazadores de feos y los “deportaba” a su domicilio, donde se les imponía un arresto domiciliar.

Volvieron a casa y Elga dejó a Hustler allí, mirando a la puerta mientras se cerraba. Siempre le dejaba un par de luces encendidas para que pudiese ver mientras rompía los muebles.

Tardó media hora al restaurante caminando bajo la escasa nevada. El abrigo se le había mojado un poco, pero el interior seguía seco, algo que agradeció enormemente cuando lo dejó en el ropero.

Charlie estaba junto a la barra con sus dos amigos. Los tres eran más jóvenes que ella, aunque nunca se había sentido desplazada por ello. Con Charlie siempre había habido algo. Lo suficiente como para que se notase pero sin que nunca llegase a nada. Patricia y Poll, sin embargo, llevaban juntos casi diez años.

“Tengo que dejar de salir con estos dos, ella es demasiado joven. Joder, no quiero encabezar la lista esta noche.”

Alguien con un mando a distancia tras la barra subió la televisión y las conversaciones pararon. El mundo se había vuelto loco. El alcalde aparecía en la televisión, en un programa de entrevistas conocido. Comentaba cómo esa misma mañana una empresa de realitys china le había  hecho una oferta por una lista de nombres de todos los censados, y de cómo él había renunciado a la generosa oferta.

-  Les comentaba – Charlie hizo una ademán con la cabeza a la pareja – que me han hecho una foto mientras venía. Sin duda ahora estoy en el sistema de apuestas ese. Dime, ¿votarías por mí?

Desde luego era encantador. Siempre lo había sido. Aunque desde luego se merecía encabezar la lista de esta noche debido a su poca agraciada apariencia.

- ¿Yo a ti? ¿Para que te maten? Me lo pienso y te lo digo después de la cena.

La televisión lo había conseguido. Había conseguido que los asesinatos se convirtiesen en un chiste, en un juego. Había logrado que no se le diese ninguna importancia. Al fin y al cabo eso les pasaba a otros, nunca a uno mismo.


Entretanto un joven vigilaba al cuarteto desde el otro lado del restaurante, mientras decidía a cuál de los cuatro le consideraba más feo.







¿Te ha gustado el relato? ¡Compártelo!

sábado, 8 de febrero de 2014

PROYECTO TALLER DE MUNDOS #TMundos

El Taller de Mundos nace de una necesidad: la falta de originalidad mezclada con el pensamiento deductivo lógico. Porque por todas partes podemos encontrar fantasía épica, ciencia ficción o simplemente ficción. Pero de un tiempo a aquí me ha sorprendido la escasez de ficción realista.

¿Qué es la ficción realista?


Se trata de obras de naturaleza ficticia pero que, bajo unas premisas, son perfectamente lógicas y creíbles. En estos textos el malo no da discursos, y tiene la posibilidad de ganar. El protagonista no tiene que ser el héroe, y puede morir en cualquier momento. Las condiciones sociales se plasman en cada gesto de los actores.

Porque, lo queramos o no, actuamos así de acuerdo a una sociedad. De estar bien visto el robo a gran escala este sería un mundo totalmente distinto. O no.

Lo ideal es arrancar con la hipótesis más descabellada, y trata de normalizar la situación. ¿Cómo será la sociedad de ser cierta? ¿Cómo nuestro comportamiento? ¿Qué cambiará?

Os adelanto el primer texto de este taller de mundos:

¿Os apuntáis?


Tan solo coged una hipótesis (valen de las ya publicadas) y poneos a escribir. Enviádmelas por correo o publicadlas en vuestros respectivos blogs y avisadme al correo o al Twitter.

¿Queréis sugerir un mundo para que nazca un relato?


Deja tu comentario o mándame un email.

He creado el hastag #TMundos para que puedas localizar todos los mundos del proyecto.



Recuerda que si compartes me ayudarás a llegar más lejos ;)




Cognitivos (#TMundos)

Hipótesis: en un momento de hace cinco años todos nos volvimos extracognitivos, y podemos acceder al recuerdo más importante de cualquier persona que se encuentre a nuestro lado. Este recuerdo es conocido como el Contacto. Año 2020. Kinkhasa (República del Congo, África)

Me metí en el ascensor junto con Thomas. Thomas es contable, y tiene el Contacto más divertido que conozco. Es un Humorista. Su Contacto consiste en él contando un monólogo en la cena de una empresa ya extinta. Thomas siempre te alegra el día.

-          Buenos días, Thomas.
-          Buenos días, Sr Amor – ambos sonreímos.

Había sin embargo un Indefinido junto a nosotros en el ascensor. Un Indefinido siempre causaba algo de miedo. A fin de cuentas, ¿de qué era capaz este hombre? Su Contacto ocurre en sus veintidós años, conduciendo un coche a toda velocidad por un circuito. Pertenece a ese grupo marginal de los que uno no puede fiarse. Al final tendremos que aislarlos a todos y retirarles su derecho de ciudadanos.

El ascensor se cerró, ajeno a mis pensamientos, y comenzó a elevarse sobre la ciudad. Con más de cien millones de personas, Nueva Kinkhasa se había constituido como la ciudad superviviente más grande del mundo, y ya constituía un estado por sí misma. Por desgracia aún quedaba mucho trabajo por hacer allí. El Contacto lo había destruido todo a su paso.

Cuando ocurrió el mundo se dividió en tres grandes grupos de personas, distribuidas en un mosaico infinito a lo largo de continentes, países y ciudades. También surgió un pequeño cuarto grupo, personas aislacionistas que no tenían en cuenta el Contacto. Yo, por mi parte, no entiendo cómo eso es posible. Cómo puedes no tener en cuenta el recuerdo más importante de cualquier otra persona, sinceramente. Me vuelve loco pensar que hay quien no desea mal a nadie, o que las personas puedan llegar a cambiar.

Si el mundo está dividido es porque las personas no pueden cambiar. Y por el miedo. Definitivamente John Lennon se equivocaba. Lo que mueve al mundo es el miedo. Ahora me pregunto cuál sería el Contacto de John Lennon.

En menos de cinco horas el planeta entero dio un vuelco. Hijos que repudiaban a sus padres, padres que temían a sus hijos. La desconfianza dio paso al miedo, y éste a la violencia sin control. Y, en función del país: tres tipos de ciudadano, masacres, aislamiento, exilio. Había dónde elegir.

Me alegra pertenecer a uno de los estados que han conservado la educación, la decencia, y, entre otros, la economía. Aunque sea un estado pequeño. Ni os podéis imaginar lo que supuso el primer Contacto en Berlín, tan civilizados que nos parecían. También me alegra que mi Contacto sea con mi ex. Soy un Enamorado Alto, de los de carácter pasional. Al menos así aparece registrado en mi documento identificativo. Ella, sin embargo, fue una Vengativa, y desde luego tuve que dejarla. Su Contacto es de cuando quemó la casa de sus padres y, aunque ellos estaban en ese momento fuera, se trataba de una ciudadana de clase 3. ¿Qué podía hacer yo? Trabajo en el Departamento de Clasificación de Nueva Kinkhasa, y mi antigua pareja habría sido un lastre en mi carrera. Yo debía dar ejemplo, ¿no?

Las puertas del ascensor se abrieron. Tanto Thomas como yo avanzamos en silencio hacia los tornos del fondo. En el nivel cincuenta había otros tornos distintos de los del nivel de entrada. Por supuesto sólo dejaban pasar ciudadanos de primer nivel, como Thomas y yo. Tras pasar nuestra ID de nuevo se nos llamó a un ascensor.

-          Oye, ¿te fijaste en lo de Olga?
-          Oh, sí, estuve hablando con ella. Lo del restaurante es muy bonito.
-          Sí, por eso te la presenté.
-          ¿Pero no crees que debería encontrar a alguien de mi nivel? Ella es una Romántica.
-          Daría estabilidad a tu puesto, y tiene catalogación A.
-          Tengo que pensármelo.

El segundo ascensor apenas subía diez pisos, pero separaba los tipos de ciudadanos. Y mejor así, ¿quién puede trabajar con Neutros o Violentos en la misma sala? Es imposible una sociedad integrada. Por supuesto siempre estaban los disturbios en las bases de los edificios. ¿Qué puedes esperar de personas que comparten un Contacto de violencia? Que se pudran ahí abajo sin su derecho a voto. Las personas buenas tenían que dirigir el estado. Las puertas se abrieron en el Departamento de Clasificación.

-          Buenos días, Roshard.
-          Buenos días, Taalif, ¿qué tal anoche?
-         Encontraron un violento de clase tres intentando cruzar el muro este. El capullo intentaba colarnos un Contacto de cuando nació su hija pequeña, pero tras varios minutos acabamos viéndolo. Tío, ese hijo de puta participó en la masacre tras el primer Contacto en su pueblo. Se cargó a tres familiares, por lo que vimos.
-          ¿Cómo se arriesgan tanto?
-          Venía del oeste, de Brazzaville. Están realmente jodidos nuestros vecinos. ¡Oh! Ve a hablar con Badhung, te va a dar una sorpresa.
-          ¿Y eso?
-          Anoche cambió su Contacto, ya tenéis algo de lo que hablar, Sr Amor.
-          Deja de llamarme así, o al final lo hará todo el departamento – lo que había empezado como una coña se había extendido tres plantas, y Roshard temía que el edificio entero lo llamase de ese modo. Le hacía sonrojarse demasiado.
-          Bueno, el caso es que se acostó anoche con Daíla, la de administración. Y tenemos detalles íntimos escandalosos, visibles para todo el mundo – ambos comenzaron a reírse. Si algo bueno tenía el Contacto es que había eliminado los tabúes sexuales.
-          Pobre Badhung, dejadle en paz. Aunque habrá que hacerle una nueva ID de acuerdo a su Contacto, ¿de acuerdo? Antes de hoy, por favor, que no le pase lo que a Marlene.
-          Oído, jefe.

Cuando por fin llegó a su puesto tras otras dos conversaciones similares se sentó, abatido, en su silla. Parecía mentira que fuese aún por la mañana. ¡Y hoy le tocaba control en la entrada sur! Qué pereza. El teléfono sonó a los pocos segundos de haber encendido el ordenador.

-          Joder, Sofía, ¿me espiáis los Neutros por cámaras o algo?
-          Es lo que tiene que los edificios sean de cristal.

Sofía es mi secretaria desde hace casi un año, y como casi todos los secretarios del Departamento de Clasificación están en el edificio B, un edificio idéntico al nuestro conectado por un pequeño puente en los pisos treinta y sesenta y cinco. Por desgracia para mí es una Neutra. No sé cómo decirle que busque un nuevo Contacto, y ella siempre bromea sobre que algún día se abriría paso con un hacha para poder cambiar su ID.

-          Tiene que ir hoy a la entrada sur, señor.
-          Sí, lo tenía en mente, pero gracias por recordármelo, menuda semana llevo.
-          ¡Pues aquí está Sofía al rescate!
-          En serio, no sé qué haría sin ti. ¿Me has enviado las fichas de aquellos de los que hablamos?
-          ¿Los de cambio de registro a Violentos?
-          Esos.
-          Los tienes en tu bandeja.
-          Muchas gracias, Sofía, ¿no te parece que aumentan?
-          Un 3% respecto al año pasado, señor.
-          ¿Qué coño le pasa a la gente?

Roshard pudo ver cómo se encogía de hombros en la ventana paralela del edifico B. La despidió con la mano y colgó el teléfono. Qué lástima que Sofía fuese una Neutra. Su Contacto es junto a su madre en el lecho de muerte. Neutra-Compasiva, pero Neutra al fin y al cabo. Qué pena, era una chica formidable.

Se imprimió los informes mencionados para poder mirarlos por el camino y llamó a un vehículo para que lo llevase a la frontera sur, a menos de diez kilómetros de la base de la torre.

Llegó en poco menos de veinte minutos. El conductor se despidió desde su alojamiento en la prisión, reflejándose en la pantalla que Roshard podía ver dentro del vehículo. Utilizar a los Violentos Extremos como mano de obra barata había sido idea de su predecesor, aunque podía achacarse él mismo el punto de aliarlos con la tecnología para que pudiesen conducir los vehículos en remoto. Por suerte Nueva Kinkhasa no era lo suficientemente grande como para que el proyecto fuera costoso. Hasta ese momento no se los pudo usar para esto. ¿Un Violento junto a un ciudadano decente? ¿Y ver su Contacto una y otra vez? Ni de coña.

En la frontera sur ya lo estaban esperando, y como de costumbre tenían varios cientos de personas en clasificación. Esta ciudad podía permitirse ingresar al día unas cincuenta personas. Hoy necesitarían unos treinta nivel 3 y veinte decentes. Al fin y al cabo necesitaban construir más viviendas en el extrarradio antes de poder admitir a más niveles 1 como él.

Todo el mundo sabía que llegado un momento los Neutros acabarían siendo la clase obrera y que los Violentos serían despachados fuera, pero esto parecía consistir un tabú social. Nadie quería levantar demasiado la cabeza, mientras todos parecían esforzarse en mejorar sus Contactos.

Firmó en la entrada y continuó por el corredor hasta el pequeño cuarto de tres puertas. Él entró por la central, y en la mesa ya estaba su primer posible ciudadano, atado a la silla con cadenas. Las otras dos puertas estaban una frente a otra, y las sillas de esos invitados corrían de una a otra mediante un sistema de raíles. De ese modo ninguno en la sala de interrogatorios corría peligro. No obstante había un par de guardias apostados tras Roshard.

Las cadenas no eran un identificativo del grado de violencia del Contacto, todos los futuros residentes de Nueva Kinkhasa debían pasar por aquello. Pero el Contacto que vio Roshard antes de sentarse frente a él sí que lo fue. Había ocurrido en el desierto, quizá a pocos kilómetros de la frontera. El hombre que tenía frente a él llevaba a una niña en brazos, y sujetaba un garrote con la derecha. La niña lloraba, y el hombre descargó un golpe certero sobre la cabeza de un tercero, que parecía ir a por ella. Y ahí acababa el Contacto.

-          Enhorabuena – el hombre se dirigió a Roshard.
-          Gracias. No puedo decir lo mismo de ti. Lo siento.
-          No se preocupe.
-          ¿Fue viniendo hacia aquí?
-          Sí, hace meses que lo intentamos. Y, bueno, aquí estoy.
-          ¿Y su hija sobrevivió al viaje?
-          No era mi hija, en realidad, mi mujer la encontró en las ruinas de Libreville. Íbamos bordeando la costa para no perdernos.
-          Hicisteis bien, es fácil perderse. ¿Cómo se llama?
-          Coudou.
-          Bien, Coudou, ¿le han explicado ya las condiciones? Lo cierto es que se adapta a nuestras necesidades, y eso le ayuda – Coudou asintió – Bien. Ha sido calificado correctamente como perteneciente a los Violentos, pero no se trata de un terminal, sino de un tipo bajo por necesidad. Cualquiera que esté cerca de usted podrá constatar lo ocurrido. Así y todo deberá saber que pasará a ser ciudadano de tercera categoría, con lo que ello implica…
-          Si no me han explicado mal tendré trabajo, comida y casa.
-          Correcto, pero no podrá tomar parte en nuestro sistema político y sus derechos pueden ser revocados por nosotros en cualquier momento.
-          Adepto.
-          Está bien. Perfecto. Bienvenido a Nueva Kinkhasa, señor Coudou.

Roshard pulsó una serie de botones en la mesa y la puerta izquierda se abrió. La silla se fue arrastrando por el suelo, con Coudou sobre ella. Estaba llorando. Quién sabe por qué, tenía demasiado por lo que llorar.

Nueve horas después tan solo quedaban un par de ellos. Aún podría hacer un hueco. La puerta de la derecha se abrió, trayendo consigo una silla y a Agmend.

-          Vaya, Agmend, hacía tiempo que no te veía.
-          Llevo unos días intentándolo por el muro norte.
-          Quieres decir intentando pasar interrogatorios como este y no cruzando el río, ¿verdad, Agmend?
-          Exacto, eso es lo que quería decir – el hombre sonrió. Y yo también. Qué coño, Agmend llevaba intentando cruzar casi un año y medio. Pensé que había muerto. Es curioso cómo pueden cambiar las tornas en este nuevo mundo nuestro. Agmend había pertenecido a la primera generación de constructores de Nueva Kinkhasa, pero un accidente, por llamarlo de alguna manera, lo había catalogado como Violento de nivel siete “enajenación”. Un elemento incontrolable.
-          Agmend, no voy a poder dejarte pasar, y lo sabes. Lo que le hiciste a esos chicos…
-          Se lo merecían, Tony – me llama Tony desde que entró por primera vez por mi puerta. A los de catalogación no se nos permite decir nuestro nombre, y Agmend eligió ese para mí.
-          Lo siento. Tendrás que probar en una ciudad más permisiva.
-          He estado en varias de ellas, ya lo sabes. Esta es la más injusta, pero por lo menos dejan pasar muy a menudo. ¿Me vas a echar de vuelta al suburbio?

Nueva Kinkhasa medía unos veinte kilómetros de diámetro, encajado por el norte y el oeste por el río Congo. Pero al sur y al oeste se extendían los suburbios a lo largo de más de doce kilómetros en todas direcciones. Y crecía a diario. Allí donde había riqueza acudían los errantes. El problema es que también acudían mafias organizadas, se acampa el crimen y la pobreza rodea el pequeño estado.

De modo que fuera de las fronteras de Nueva Kinkhasa acampaba la violencia y el descontrol absoluto. Y todo separado por un muro de diez metros de altura y siete de ancho.

-          Me temo que sí. No parece que te vaya demasiado mal ahí fuera, estás más gordo que yo – Agmend sonrió. No le faltaba ningún diente, eso era raro en nuestro mundo. Desde luego sabía cuidarse ahí fuera. Roshard no se sentía culpable por mandarle fuera. Había casos, sin embargo, que aún le aterrorizaban de noche – pasa buen día, Agmend.

La silla volvió a moverse hacia la izquierda, hacia la puerta ahora abierta.

-          Y usted también, señor Roshard.
-          ¡Alto!

En menos de un segundo las puertas se cerraron, los guardias a ambos lados lo apuntaron con sus armas y la silla dejó de avanzar. Agmend sonrió con los ojos, como acostumbraba a hacer.

-          Y ahora es cuando me prestas atención, amigo.





martes, 4 de febrero de 2014

DUELO

-          Soporífero.

-          ¿Soporífero?

-          Que duerme, quiero decir.

-          Ya veo. De modo que no le ha gustado mi relato.

-          Yo no he dicho eso.

-          Pero le ha parecido...soporífero.

-          Sin duda no es demasiado emocionante. Dos hombres encerrados en una habitación...

-          En una caja.

-          ¿Perdone?

-          Es una caja. Las habitaciones tienen puertas.

-          Ya veo. Y la suya no tiene puertas.

-          Ni ventanas.

-          Ni ventanas, claro.

-          De hecho no tiene ningún tipo de apertura.

-          ¿Y cómo explica que haya dos personajes dentro?

-          Oh, se trata, evidentemente, de un misterio sin resolver.

-          ¿Y debe resolverlo el lector?

-          Solo si desea saber lo que está ocurriendo, claro que siempre puede no querer, cerrar el relato y seguir a otra cosa.

-          Pero parece que engancha.

-          ¿Ya no le parece soporífero?

-          Sin duda va despacio. Y no entiendo algunas de las cosas que ocurren.

-          Es un relato para pensar.

-          Ya veo… ¿Y lo del arma?

-          ¿No te gusta?

-          Lo veo forzado. Aparece sin más, y después todo se emborrona. ¿De verdad cree que morirán los dos?

-          ¿Querría usted vivir en una caja para siempre?

-          A lo mejor es que no han visto la puerta.

-          Yo lo escribí, sé que no tiene resquicios.

-          Veo una situación similar aquí.

-          Se llama paralelismo.

-          ¿Qué haces?

-          ¿Por qué lo dices?

-          Porque me estás apuntando con un arma, ¿de dónde la has sacado?

-          ¿Esto? Ah, bueno, estaba por aquí.

-          ¿Dentro?

-          Sí, llegó mucho antes que nosotros.

-          A una habitación sin puertas ni ventanas.

-          Exacto.

-          Sin duda otro misterio.

-          Eso sin lugar a dudas, sí.

-          De ti solo veo la mano, y el arma.

-          Eso es porque estoy en un rincón sin luz.

-          Sí, exacto, ¿te importaría…?

-          ¿...salir a la luz? ¿Por qué?

-          Para poder verte.

-          Pero tú ya me has visto.

-          ¿Fuera de aquí?

-          ¿Existe un fuera de aquí? Si es así lo desconozco, la verdad.

-          Aun así me gustaría ver tu rostro, y que bajases el arma.

-          Pero es que esto no es un arma. Aquí no.

-          ¿No?

-          No, estoy totalmente convencido de que se trata de otra cosa.

-          ¿Y qué es?

-          Eso es otro misterio.

-          Sin duda estoy empezando a apreciar su...relato.

-          Es emocionante, ¿no cree?

-          Tiene sus altibajos.

-          Y, ¿cómo cree que acabará?

-          ¿No acaba con los disparos?

-          ¿Quieres que acabe con los disparos?

-          No, no, yo no he dicho eso.

-          ¿Por qué levantas las manos? ¿Crees que voy a dispararte?

-          Bueno, sigues apuntándome.

-          También te he dicho que esto no es un arma.

-          Parece que pueda disparar.

-          Oh, y lo hace, sin duda alguna.

-          De modo que sí es un arma.

-          Me temo que es algo mucho más grave que un arma.

-          Tendrá que resolver las dudas sobre su relato. Empiezan a acumularse.

-          Eso rompería el paralelismo, ¿no cree? En el relato no hay explicación ninguna.

-          También hay dos disparos.

-          Oh, sí, también está eso.

-          No me gustan los disparos.

-          A uno de mis personajes no le gustaban los disparos. Al otro sí. Y a mi me encantan.

-          ¿Y si digo que a mí me gustan los disparos?

-          Oh, no me gustaría romper el paralelismo...tenga. Tenga, cójala. Ahora yo odio los disparos, ¿de acuerdo?

-          De acuerdo. ¿ Me da el arma?

-          Para usted.

-          Muchas gracias.

-          Ahora es usted el que me apunta.

-          Estoy nervioso, hace un momento me apuntaba.

-          Sí, eso es verdad. No puedo negarlo.

-          Pesa más de lo que pensaba.

-          Y no es tan fácil de disparar.

-          ¿De veras?

-          De veras, hay que ejercer bastante presión sobre el gatillo. Más de la que parece.

-          Ya veo.

-          Pero tenga cuidado, solo hay dos balas.

-          Eso son dos disparos.

-          Ha dicho que le encantan.

-          No quería morir. Desde luego no aquí.

-          Hay cosas peores que morir aquí.

-          ¿Como qué?

-          Como quedarse aquí para siempre.

-          Bueno, no hay salida.

-          Eso no es verdad. Hay dos salidas.

-          Pero no hay puertas ni ventanas, ni ningún tipo de abertura.

-          No las necesitamos para salir.

-          Ah, ¿no?

-          No, claro que no. Me temo que ese relato que a usted le aburría...no lo ha entendido.

-          Quizá por eso no me haya resultado agradable.

-          Sin duda es por eso. Si lo hubiese comprendido le habría parecido exquisito.

-          Explíquemelo.

-          ¿Yo?

-          ¿Quién si no?

-          Explíqueselo usted mismo.

-          Pero, ¿qué dice? Ya basta de juegos. ¡Quiero salir de aquí!

-          ¿Y qué va a hacer?

-          Voy… ¡a dispararle! ¡Le dispararé!

-          Muy bien, pero tiene solo dos balas.

-          ¿No está asustado?

-          Algo, pero soy optimista. Me aterran los disparos, pero no veo otro modo, y solo tiene dos balas.

-          Deje de repetir que solo tengo dos balas, eso ya lo ha dicho.

-          Lo repito porque es importante.

-          ¿Importante?

-          Que tiene cierta relevancia.

-          Sí, sé lo que significa importante. Salga de la zona sin iluminar.

-          No.

-          Salga o le disparo.

-          Adelante. O me dispara, o salgo.

-          ¿Cómo?

-          Si no me dispara daré un paso adelante y usted me verá la cara.

-          ¡Es su cara la que quiero ver, puto lunático!

-          Por favor, no pierda los papeles. Tranquilícese. No querrá apretar el gatillo sin querer.

-          Ha dicho antes que cuesta apretarlo.

-          He dicho que cuesta más de lo que parece, pero usted está nervioso, le tiembla la mano demasiado.

-          ¿Y qué?

-          Nada, pero sólo tiene dos balas.

-          ¡Una! ¿Ve? ¡He disparado al techo!

-          Sí, lo veo. Y ahora ya solo queda una bala dentro de la pistola.

-          Y es para usted.

-          Muy amable.

-          ¿Amable?

-          Por darme la única posesión dentro de la caja.

-          Está usted loco. ¿Qué hace? Quédese quieto.

-          ¿Y si no?

-          ¿Cómo? No puede ser…

-          ¿Por qué se aleja?

-          Porque usted se acerca. Quédese donde está. ¿Cómo puede ser?

-          ¿Cómo puede ser, qué?

-          Tiene usted mi misma cara.

-          Más me vale.

-          Deje de acercarse o disparo.

-          Dispare, o me acercaré más. ¿Se ha dado cuenta de que es usted el que está ahora en la sombra y yo bajo el foco?

-          ¿Y eso qué significa? Deje de sonreír o…¡disparo!

-          Dispare.

-          ¡Já! ¿Qué le ha parecido? ¿Eh? Se está desangrando y yo sigo vivo.

-          Gracias.

-          ¿Gracias?

-          Quería ser yo la parte que consiguiese salir de aquí.