Ve un día al bosque más cercano que tengas de
casa a observar. Hazlo como experimento o como salida campestre. Es posible que
debas internarte bastante y estar en silencio para apreciar lo que comentaré a
continuación. Tras un tiempo de andar hacia el interior podrás ver lo que los
libros de texto llaman la cadena trófica en todo su explendor: árboles,
roedores, insectos, capas de mantillo, arbustos bajos, algún que otro tipo de
reptil, y, si acudes a una charca, una infinidad de mosquitos, termitas, pájaros.
A todo este conjunto se lo llama
biodiversidad, la “diversidad de lo vivo”.
Materia orgánica e inorgánica - Fuente: CicloBioquímicos2013
Cuando observamos el primer tejido
empresarial vemos grandes empresas que tienden a la monopolización. Grandes títulos
en mayúsculas invaden las vías demostrando la grandeza de estos ahora extintos
dinosaurios. Eran fuertes, eran robustos. No había quien se atreviese a
toserlos. Tenían la fuerza de los ladrillos, las vías de tren, los astilleros,
minas de carbón o vaquerías. Rudos, viejos pero inteligentes y, sobretodo,
sólidos. De una robustez, consistencia y densidad considerables.
Eran estáticos, inmutables y eternos. Un punto
de partida, un lugar donde hacer carrera subiendo de manera natural.
Pero la historia del mundo empresarial, junto
con la primera crisis, nos enseñaron que estas macroestructuras de control
rígido no eran tan estables como parecían frente a la ola de humanos-termita
que habitamos en sociedad. Vivíamos, trabajábamos, comíamos gracias a estas
megaestructuras de poder, alimentándonos de sus entrañas mientras las
construíamos y reparábamos por dentro. Una simbiosis surgida de la necesidad
del trabajo por el trabajo.
Pero las termitas, inconformistas como
éramos, hicimos el mundo más rápido, más alocado. Lo aceleramos hasta que los
grandes árboles de los que todos tomábamos parte se pudrieron, incapaces de
soportar la carga que les transmitíamos. Y así la mayoría de ellos cayó, dando
lugar a unas estructuras de comercio más pequeñas basadas en el empresario
familiar, millones de ellas tomaron forma de las cenizas y detritus de aquellas
grandes, y hoy en día aún sobreviven alguna de esas centenarias estructuras
(remodeladas en tanto ha sido posible para no caer).
Ciclo de vida de la materia empresarial - Fuente: Red Peruana del Ciclo de Vida
Las termitas creamos líneas de productos
logísticos a lo largo del mundo entero sobre marabuntas de coches sobre raíles,
bancos de barcos en puertos, bandadas de aviones. Allí donde plantábamos las
semillas, crecían las empresas, y de sus raíces, tronco y ramas nos
alimentamos. Extendimos nuestro ecosistema porque era lo que nos beneficiaba a
sabiendas que todos los árboles tienen fecha de caducidad debido a su baja
capacidad de adaptabilidad al medio que nosotros mismos acelerábamos.
De la caída de estas ahora no tan grandes
estructuras dependemos. De su biomasa para seguir funcionando. Invertimos para
ver cómo se hunde y así alimentarnos de la devastación causada. Habíamos creado
el Mundo de los (des)Hechos. Un mundo creado por lo que ocurre y que se
alimenta de todo lo que deja de ser al ser destruído.
Pero en nuestro frenesí creamos una
estructura subyacente a todo el sistema. Creamos una red de comunicaciones
entre nosotros y los árboles, entre los pájaros y los trenes y los peces y las
personas. Dotamos de cierta vida propia a una herramienta, y la herramienta,
ciega y sin consciencia, nos tomó a todos nosotros. Los árboles debieron pensar
lo mismo de nosotros cuando aparecimos mientras los plantábamos de un lado a
otro.
Con la aparición de Internet se creó un nuevo
hábitat virtual-real en el que dos mundos colisionaron: el Mundo de los Datos y
el Mundo de los (des)Hechos.
El Mundo de los Datos surgió al principio en
pequeños nodos aislados unos de otros, imposible de hacerse entender entre
ellos y sin ninguna conexión que lo hiciese posible. Pero pronto los lazos se
estrecharon, los idiomas tendieron al entendimiento y conectamos el planeta,
con cobre y vidrio, a sí mismo. Creamos la Dataesfera, y, para poder usarla, creamos, por encima de ella, puertas que nos permitiesen entrar a su interior.
Mediante el uso de las Redes Sociales
interactuamos más y más rápido, como parecemos querer. Podemos levantar árboles
sin raíces de los que comer, árboles sin plantar semillas que brotan virtuales
en una orgía binaria que se alimenta y crece de nuestra interacción.
Las Redes Sociales nos inducen, comentan,
excitan, susurran, y nosotros las usamos haciéndolas crecer. Somos su abono, su
sustento, su modo de crecer, de mejorar, de ser más rápidas y con más
capacidad. Comen nuestros datos y vivencias y fotos y amigos. De cada mensaje
privado se nutren, de cada señal aprenden.
Como las bacterias de nuestra piel, nos
necesitan vivos pero sudando, y nos hacen correr en maratones de encuentros, de
guiños e imágenes, de risas bufadas mudas en una pantalla.
La cadena trófica ha aumentado. Los arcanos
árboles y la fibra óptica de la Esfera de Datos se fusionan mediante
ramificaciones que, como hilos, penetran en los objetos reales y ficticios,
atraviesan las membranas entre los dos mundos para conectarnos a nosotros
mismos y hacer que nos necesitemos mutuamente.
Y seguimos acelerando.
"Conectados" - Obra propia - Uso de la "Cabeza de Shulgi" y C4D
Los seres humanos y todo lo que crean, incluidas las redes sociales, son ecosistemas fuera de control y destinados a la destrucción, si no de sí mismos, de los ecosistemas que los rodean. Léase: la Tierra.
ResponderEliminarMira, ahí estamos de acuerdo :)
EliminarEspero sinceramente que antes consigamos establecer una IA capaz de gobernarnos, o me temo que esto hará "plof" más pronto que tarde.
Muchas gracias por pasarte, hace ilu que alguien comente y, sobretodo, dé su opinión.