Fuente: Claudio Rama
Hoy, coincidiendo con la entrada del nuevo año, os voy a contar algo que
he venido notando a lo largo de mi vida, y es ese pánico que tenemos a
enfrentarnos a los problemas y que vemos a macroescala en nuestra sociedad con
un virus peligrosísimo. A saber: las escuelas y universidades que no aportan lo que necesitamos.
Y es que al acabar la E.S.O.
toda la sociedad te presiona para que obtengas Bachillerato.
“No vas a ser nadie sin
estudiar Bachillerato”, dicen. Y aún a día de hoy creo que este es el último
nivel que debiera ser obligatoria la educación, más que nada por la edad a la
que sales de la E.S.O., que difícilmente (algún caso raro habrá) podemos decir
que tenemos una persona formada entre manos.
De modo que cogí la rama de
ciencias. Para mí, la fácil. La otra era por aquél entonces demasiado poco
precisa para mis gustos, de modo que elegí que las matemáticas y la física ocupasen gran
parte de mi vida. Y dos años más tarde, no habiéndome ido demasiado mal, volvió
la sociedad a alertarme sobre el futuro:
“No vas a ser
nadie sin una carrera.”
No tenía ni idea de lo que
quería hacer con mi vida (como no la tengo tampoco en estos momentos), pero
todos volvieron a insistir en que yo debía tener una carrera. Nunca iba a
encontrar trabajo sin una carrera. De modo que, de nuevo, me dispuse a ir a las
bibliotecas y arrastré una carrera a lo largo de unos cuantos años más. No diré
cu4ntos.
Por fin terminé la carrera (en
algún año más del que marcaba el programa), y me puse a trabajar en una empresa
de telecomunicaciones y de esa en otra igual durante unos tres años aproximadamente.
Pero en esos años no podía descuidar mis estudios, después de todo una carrera
parece el principio de tu currículum.
“Tendrás que especializarte”,
me dijo la sociedad en general. Y mi familia y mis padres y todos mis
conocidos. Incluso gente de mi edad que no pensaba ni tocar un libro opinaba de
ese modo.
De modo que, de nuevo, volví a
la universidad. Esta vez a hacer la adaptación al Grado de mi carrera. Os
explico brevemente en qué consistió esa “adaptación”. Básicamente en el pago de
la matrícula de seis asignaturas que, en realidad, ya habíamos cursado en la
carrera (pero, eso sí, con otro nombre) y el pago adicional de dos veces
setenta euros para que me diesen el título.
Qué bien. Era un hombre nuevo.
Ahora podía irme a Europa con mi nulo nivel de Inglés (o alemán y francés, ya
puestos) a decir que yo era un Engineer con la esperanza de que me cogiesen.
En vez de hacer eso me mantuve
en el trabajo que he mencionado antes un tiempo más, hasta que me surgió (esta
vez desde mi cerebro) la urgencia de sacarme un máster. La sociedad lo había
conseguido. Había conseguido que siguiese estudiando más y más. De modo que me
apunté a un máster. Uno de esos MBA que te enseña aún menos que páginas como marketing-directo o marketing-de-guerrilla. Y, he de
decir, aún estoy atrapado en sus tripas clamando salir. Evidentemente, y ya que
está pagado, la salida la efectuaré por el aprobado de todas las materias y no
por el culo (en el caso de que los estudios dispongan de tales artefactos).
Miro a mi alrededor y veo un
país lleno de trabajadores que nunca han necesitado estudios de tanto calado
para desempeñar sus puestos de trabajo. Es más, cualquier persona despierta y
con un coeficiente intelectual superior al de un mono es capaz de hacer el 90% de
los trabajos mecánicos (y estos son un porcentaje demasiado amplio del mercado
laboral).
¿Por qué nos especializamos tanto?
No puedo hablar por los demás, pero por lo menos yo nunca he
utilizado el conocimiento de algo que aprendiese en la universidad para
trabajar. Si había algo remotamente parecido entonces alguien que llevaba más
tiempo que yo en la empresa me corregía:
“No, no lo hagas
como en la carrera, hazlo así, es mejor.”
Y, por supuesto, tenían razón. Al parecer existe un amplio conocimiento a nivel empresarial que escapa del control del profesorado, que parece desconocerlo. No obstante la especialización es un modo de hacer sobresalir tu currículum por
encima de alguien que no tenga una determinada titulación en algo. Es obvio que
nos aterre dejar de estudiar en algún momento porque parece que el día en que
dejemos de hacerlo será el día en que todos los demás nos adelanten. Ese es el
motivo por el que estudiamos.
Las universidades no están para lo que están, sino para otra cosa distinta
Cuando llegas a lo que llaman "estudios superiores" (yo personalmente los habría llamado "de resistencia" y, enfocado en el presente "de resistencia con crédito en el banco") apareces en un sistema de aulas sobresaturadas que difieren en todo del modelo educativo presumiblemente vigente. Clases en principio de 25 alumnos cuentan con seis veces más matriculados, por poner un ejemplo gráfico. Las asignaturas se engloban en un marco puramente teórico que dista mucho de los problemas a los que los alumnos se enfrentarán en el día a día.
De ese modo, asignaturas como "Problemas de un martes cualquiera en tu vida" debieran impartirse de un modo obligatorio en todas las carreras, dotando al alumno de un marco de referencia cercano al puesto que acabará desempeñando en un futuro (si tiene suerte).
¿Qué hacer cuando te falta personal? ¿Y cuando te sobra? ¿Por qué gano más que el de mi izquierda pero menos que el de mi derecha si parece que hacemos lo mismo? ¿Dónde encuentro quien me solucione un trabajo puntual? ¿Cómo me presento?
Cientos de detalles competitivos a nivel profesional quedan totalmente fuera de programas que se precian de equilibrados, modernos y adecuados al mundo laboral, un mundo laboral en el que no importa quién seas si el trabajo que realizas lo haces como debes hacerlo.
El problema viene en que
deberías estudiar por aquello que realmente te gusta, y, desde luego, hacerlo a
modo de prácticas en empresa, no en un aula copiando teoría durante años para
que luego no puedas aplicarla en ningún sitio.
Vivimos en una sociedad en que
el hecho de sacarse un título es más importante que el valor que como
individuos tenemos de esa especialidad. Se trata, queda bastante vigente, de un
mundo sin la pasión por trabajar, porque no trabajas en lo que te gusta y hace
feliz.
Creo firmemente en que la
dedicación a las tareas que te motivan te dan experiencia en ese campo y que,
al final, con muchas horas de trabajo y voluntad, consigues los resultados
deseados: poder vivir de lo que te gusta aprender, enseñar y compartir.
Y tú, ¿has conseguido acabar
donde deseabas? ¿Qué has hecho o qué no has hecho para llegar hasta donde estás?
La pregunta disparatada -
El poder del pensamiento lateral
¿Crees que aquello que has
estudiado y que no tiene que ver con aquello a lo que te dedicas te ayuda en el
día a día o en decisiones importantes? ¿Qué ha sido?
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