Mudanza a Blog de Pensamiento lateral

jueves, 7 de noviembre de 2013

ALEATORIEDAD FORZADA


Imagen libre de derechos realizada por mi mediante Cinema 4D. Click para ampliar


El tiempo saltaba, como la aguja sobre un tocadiscos con el plato roto. El movimiento de los dados en su mano denotaba la paciencia de una eternidad mientras observaba el cruce. Y era verano de nuevo. Y ella bajaba a la calle con su vestido de teselas rosas, verdes y azules. Sonrió desde que cerró el portal hasta que le abrazó la cintura.

Tres horas más tarde las luces de la ambulancia le cegaron, absolviendo el sonido de la atmósfera al mismo tiempo. Y ya no había sol. Los dados se encontraban estáticos sobre el tapete, y habían decidido una muerte aquella tarde.

Pero aún son las seis de la tarde, y él le abraza aún, y le besaba obteniendo besos a cambio. Ambos eufóricos, ambos felices. Ambos vivos. Se suben a la motocicleta, que aún respiraba el oxígeno que les robaba a ambos. Pero ellos no están pensando en esto, están enamorados, y hace un maravilloso día de luz y calor.

Para cuando el disco verde se hubo iluminado ellos ya estaban en el centro del cruce, adelantados a su tiempo, empujados por los dados en forma de veneno alcohólico. Y el camión se había retrasado al suyo, víctima de su propio hado. Ella lo vio todo, él no. Vio cómo el disco se encontraba rojo cuando aceleraron. Vio la masa de metal avanzar hacia ellos y el tiempo se detuvo una fracción de segundo antes de la colisión. Y los dados ya volaban buscando decidir la suerte de ambos.

Ambos subieron a la motocicleta en su portal y él aceleró. Las vibraciones se extendieron por ambos mientras subían la calle en dirección al restaurante. Ella se encuentra ahora en la cocina de su casa mientras hace la reserva, y al mismo tiempo le agarra la cintura para no caerse de la moto, siempre ha estado cómoda con él a solas, en el restaurante. Pero hoy hay una diferencia: él ha bebido bastante, y ella también se encuentra en el suelo una hora más tarde, envuelta en sangre, metal y cristales.

Llegaron al restaurante aparcando la motocicleta justo en la puerta. Esta clase de vehículos tiene la ventaja de caber en cualquier hueco en la calle. Pero presenta otras desventajas, como hacer de tu cuerpo su carrocería. Y lo hizo mientras el camión los arrollaba a ambos. Las piernas derechas reventaron del impacto, pero ninguno de los dos sentía nada. El chirrido de los frenos del camión se ahoga con el descorchar de la botella de vino. Ambos sonríen y se miran, y ella ríe de felicidad. Pero la risa se ahoga ahora en gorgojos de sangre y espasmos mientras le ve morir a su lado y aparece la ambulancia. Hay un hombre sentado en la acera, sujetándose el pecho, y dos jóvenes desfigurados a su frente.

- ¡Te quiero! - le guiña un ojo y se bebe la copa. Los dados están ardiendo esa noche.

Y él sonríe muerto, pero no lo sabe, aún quedan veinte minutos, y ella está preciosa con su vestido y le dice que le quiere. Es el momento propicio para otra copa. Salvo por el hecho de que no lo es, y los dados son arrojados sobre el tapete avanzando mientras tamborilean la mesa en busca del destino de los jóvenes.

Poco a poco los dados se van frenando, dejando claras las intenciones de ambos. Y él acelera en punto muerto mientras nota el calor del alcohol en su interior. El disco no se ha puesto en verde y él avanza. Los dados frenan sobre la mesa, y el camión no lo hace a tiempo. Los dados dejan de sonar sobre el tapete para dar paso al grito de ella y a metal contra metal, a huesos desgarrarse con la fuerza del impacto.

Ella llora mientras le colocan la mascarilla para respirar. No puede moverse, se encuentra ahora atrapada en un cuerpo que no la responde, y observa con su vestido de teselas rosas, verdes y azules y sangre cómo el respirador comienza a funcionar por ella. Las puertas de la ambulancia se cierran con sus ojos.


Se recogen los dados sobre el tapete. Hay otro cruce en esta misma ciudad y la noche es joven, como ellos lo serán siempre.




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Por desgracia, una realidad

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