El tiempo saltaba, como la aguja sobre un
tocadiscos con el plato roto. El movimiento de los dados en su mano denotaba la
paciencia de una eternidad mientras observaba el cruce. Y era verano de nuevo.
Y ella bajaba a la calle con su vestido de teselas rosas, verdes y azules.
Sonrió desde que cerró el portal hasta que le abrazó la cintura.
Tres horas más tarde las luces de la
ambulancia le cegaron, absolviendo el sonido de la atmósfera al mismo tiempo. Y
ya no había sol. Los dados se encontraban estáticos sobre el tapete, y habían
decidido una muerte aquella tarde.
Pero aún son las seis de la tarde, y él le
abraza aún, y le besaba obteniendo besos a cambio. Ambos eufóricos, ambos
felices. Ambos vivos. Se suben a la motocicleta, que aún respiraba el oxígeno
que les robaba a ambos. Pero ellos no están pensando en esto, están enamorados,
y hace un maravilloso día de luz y calor.
Para cuando el disco verde se hubo iluminado
ellos ya estaban en el centro del cruce, adelantados a su tiempo, empujados por
los dados en forma de veneno alcohólico. Y el camión se había retrasado al
suyo, víctima de su propio hado. Ella lo vio todo, él no. Vio cómo el disco se
encontraba rojo cuando aceleraron. Vio la masa de metal avanzar hacia ellos y
el tiempo se detuvo una fracción de segundo antes de la colisión. Y los dados
ya volaban buscando decidir la suerte de ambos.
Ambos subieron a la motocicleta en su portal
y él aceleró. Las vibraciones se extendieron por ambos mientras subían la calle
en dirección al restaurante. Ella se encuentra ahora en la cocina de su casa
mientras hace la reserva, y al mismo tiempo le agarra la cintura para no caerse
de la moto, siempre ha estado cómoda con él a solas, en el restaurante. Pero
hoy hay una diferencia: él ha bebido bastante, y ella también se encuentra en
el suelo una hora más tarde, envuelta en sangre, metal y cristales.
Llegaron al restaurante aparcando la
motocicleta justo en la puerta. Esta clase de vehículos tiene la ventaja de
caber en cualquier hueco en la calle. Pero presenta otras desventajas, como
hacer de tu cuerpo su carrocería. Y lo hizo mientras el camión los arrollaba a
ambos. Las piernas derechas reventaron del impacto, pero ninguno de los dos
sentía nada. El chirrido de los frenos del camión se ahoga con el descorchar de
la botella de vino. Ambos sonríen y se miran, y ella ríe de felicidad. Pero la
risa se ahoga ahora en gorgojos de sangre y espasmos mientras le ve morir a su
lado y aparece la ambulancia. Hay un hombre sentado en la acera, sujetándose el
pecho, y dos jóvenes desfigurados a su frente.
- ¡Te quiero! - le guiña un ojo y se bebe la
copa. Los dados están ardiendo esa noche.
Y él sonríe muerto, pero no lo sabe, aún
quedan veinte minutos, y ella está preciosa con su vestido y le dice que le
quiere. Es el momento propicio para otra copa. Salvo por el hecho de que no lo
es, y los dados son arrojados sobre el tapete avanzando mientras tamborilean la
mesa en busca del destino de los jóvenes.
Poco a poco los dados se van frenando,
dejando claras las intenciones de ambos. Y él acelera en punto muerto mientras
nota el calor del alcohol en su interior. El disco no se ha puesto en verde y
él avanza. Los dados frenan sobre la mesa, y el camión no lo hace a tiempo. Los
dados dejan de sonar sobre el tapete para dar paso al grito de ella y a metal
contra metal, a huesos desgarrarse con la fuerza del impacto.
Ella llora mientras le colocan la mascarilla
para respirar. No puede moverse, se encuentra ahora atrapada en un cuerpo que
no la responde, y observa con su vestido de teselas rosas, verdes y azules y
sangre cómo el respirador comienza a funcionar por ella. Las puertas de la ambulancia
se cierran con sus ojos.
Se recogen los dados sobre el tapete. Hay
otro cruce en esta misma ciudad y la noche es joven, como ellos lo serán
siempre.
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Por desgracia, una realidad
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