Fuente: eMe-Art
Creo que nadie se llevará sorpresas si digo
que la culpa es de otro. Siempre es de otro. Nos ocurre a todos los niveles en
la vida: el temor a estar equivocados o a haber hecho algo mal. El adueñarse de
un trabajo mal hecho no se lleva.
¿Por qué tememos habernos equivocado?
1)
Miedo a posibles represalias
En la mente de todos está el
despido por cometer errores, cuando este tipo de despidos es totalmente
marginal y como resultado de conductas que ya por sí mismas son causa de
despido procedente.
Aun así intentamos tapar o huir de la cagada
como si no fuese nuestra.
2)
Miedo a la desprofesionalización
En un entorno en que se piden
profesionales en vez de trabajadores perder el control sobre lo que los demás
opinan de ti puede asustarnos.
“Si los demás descubren nuestro error,
hablarán de él constantemente.”
3)
"Si me he equivocado, me
equivocaré otra vez"
Calado está en nuestro cerebro el miedo a que
nos vuelva a ocurrir de nuevo algo así. Cometer un error una segunda vez puede
asustarnos lo suficiente como para no confesarlo nunca.
Contrariamente a esta
afirmación, una persona consciente de haber cometido un error tiende a no
repetirlo, por lo que es más confiable que quien nunca lo ha hecho.
El proceso del
error (porque existe, está documentado, y me lo ha contado un amigo)
1) Lo cometemos.
No necesariamente adrede: un olvido,
descuido, un salto de línea, una llamada que no hiciste. Y, de repente, está
hecho.
2) Nos damos cuenta.
Esta es la fase de los sudores fríos.
¿Alguien más lo ha visto? ¿Se han dado cuenta? ¿Puedo solucionarlo sin que me
vean? En este momento adoptamos la actitud de los suricatos. Con toda la discreción
que da un cuerpo entero en vertical sobre una pradera nos ponemos a investigar
lo antes preguntado.
Trabajador intentando disimular tras un error. Fuente: konakuer
3) Intentamos taparlo/corregirlo.
En un alarde de imaginación actuamos igual
que los perros: si lo entierro, nadie lo verá. Y es cuando se puede aplicar el
dicho “El asesino siempre vuelve al lugar del crimen.”
Está en nuestros genes, no podemos evitar
corregir nuestros errores si podemos, y, sobretodo, sin pedir ayuda.
4) Si nos pillan, contestamos con excusas.
Todo un abanico de comportamientos desde el “no
sé de qué me estás hablando” al “yo hago como que no escucho” cuando alguien
comenta el error en voz alta. Toda la oficina/familia/grupo de amigos sabe
quién es: el que en vez de columna vertebral tiene una barra de acero que le
imposibilita girar el cuello y el que mira con los ojos hacia los lados, como
los equinos.
Lo que está claro es que el equivocarse da
muy mala imagen, no se lleva, no es profesional, y tendemos a ocultar nuestros
errores.
Lo que está claro es que una persona que
admite su culpa: es responsable y quiere aprender y superarse a sí mismo.
¿Y tú? ¿Tienes algún “amigo” al que le haya
ocurrido esto?
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